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Extractos Vegetales: Ciencia, Regulación y Mercado

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“Ingredientes milagro” y curiosidades de los cosméticos.

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Bajo este nombre se pretende hacer referencia a todos esos ingredientes que a menudo, con nombres extraños y poderosos, aparecen en la publicidad como ingredientes activos de todo tipo de cosméticos, como cremas adelgazantes, geles de baño y productos relacionados, como jabones, champús, etc. La búsqueda de la llamada “ventaja competitiva” es una constante para cualquier fabricante, que debe dotar a sus productos de unas características propias que los diferencien de los de sus competidores. En este escenario básico de la estrategia empresarial, la búsqueda de ingredientes con supuestas actividades beneficiosas para casi cualquier cosa es una constante en nuestros días. Habitualmente, la idea parte de una sustancia que puede provenir de un producto natural o no y que efectivamente presenta ciertas propiedades, es decir, no se trata de un fraude. El problema viene cuando las características de estos productos se amplifican, se sacan del contexto en el que se estudiaron y se pretender “globalizar”, incluyéndolas en todo tipo de productos. El resultado es que la mayoría de estos productos, derivados de fuentes naturales, no conserva ninguna propiedad con interés real. Un ejemplo tan actual como llamativo es el del Aloe vera. Lo más probable es que le suene el nombre de esta planta originaria de África y utilizada desde la antigüedad en el tratamiento de numerosas afecciones, en especial de problemas relacionados con la piel y su cuidado. El Aloe vera y sus componentes constituyen unos de los representantes de las llamadas “drogas huérfanas”, habitualmente sustancias naturales utilizadas desde antiguo, que las multinacionales no pueden patentar y, por tanto, su estudio deja de tener interés en la búsqueda de aplicaciones prácticas, pues supone una inversión económica muy importante que no se lleva a cabo si no se prevé obtener unos beneficios adecuados. En esta situación, el Aloe es utilizado en todo tipo de cosméticos que a menudo no indican ni siquiera la proporción que contienen, con lo que se dan casos como cuando comentamos el contenido en fruta de los refrescos. Como los extractos naturales son caros, lo habitual es incluir una proporción mínima (típicamente del 1%) para poder presentar en la etiqueta una bonita foto de un Aloe junto a frases del tipo “contiene Aloe vera”. La situación empeora cuando esta forma de actuación se traslada a otro tipo de productos, y así se pueden encontrar lavavajillas con la susodicha frase o incluso detergentes. Y ya el colmo es que medios o colchones también quieren apuntarse al carro del Aloe, aprovechando que se trata de un producto popular que cada vez le suena más al consumidor.

Quizás le interese saber algo más del Aloe vera, pues le será de gran ayuda para valorar qué productos pueden ser interesantes y cuáles son un mero reclamos publicitario sin interés. El Aloe es una planta originaria del África tropical, similar a una pitera (actualmente se encuentra extendida por las zonas cálidas del planeta). Sus hojas poseen un gel que permite a la planta acumular grandes cantidades de agua para hacer frente a épocas de sequía. La composición de la planta es compleja, e incluye gran cantidad de vitaminas, aminoácidos y minerales. La parte interior de la cubierta que recubre el gel del interior de la hoja tiene unos capilares longitudinales que contienen un líquido amarillo, de fuerte olor medicinal. Este líquido, una vez desecado, constituye el acíbar, que se obtenía en la antigüedad para su empleo como purgante, debido a su contenido en aloínas (derivados de antraquinonas naturales, sustancias amargas de cierta toxicidad, que representan un mecanismo defensivo para la planta, evitando que sea consumida por los animales). El líquido amarillo conteniendo aloínas se vuelve rojo al exponerlo al aire debido a la oxidación de las hidroquinonas, que forma quininas que se acoplan entre sí debido a reacciones de oxidación. Pero lo más importante del Aloe se encuentra en el gel, que contiene gran cantidad de sustancias, como glucósidos, enzimas, sales minerales, polisacáridos, aminoácidos, vitaminas. Muchas de estas sustancias son responsables de las propiedades atribuidas al gel de Aloe, como su ayuda en el tratamiento de quemaduras y afecciones de la piel. Recientemente se han descubierto en este gel sustancias derivadas de polisacáridos, que presenta propiedades relacionadas con la activación del sistema inmunitario. Como hemos visto, el gel es la parte interesante de la planta y tiene un alto contenido de agua (actuando como una reserva para la planta durante los períodos de sequía), por lo que sus principios activos están muy diluidos y son difíciles de obtener sin degradación. Esto significa que es necesaria una gran cantidad de gel de Aloe para conseguir algún efecto derivado de sus principios activos, y que productos obtenidos concentrando o secando la planta presentan dudosas propiedades, ya que hay que hacerlo en unas determinadas condiciones para que los componentes no pierdan su actividad. Con estas características, añadir gel de Aloe a un lavavajillas, buscando unos supuestos beneficios para la piel, es algo dudoso, porque es una producto mucho más caro que los componentes de un lavavajillas, habría que introducirlo en gran concentración y encima lo más probable es que los ingredientes activos del Aloe se degraden al entrar en contacto con el resto de componentes del lavavajillas, sin hablar de la proporción del gel de Aloe que entrará en contacto con las mano, sin duda despreciable. Lo razonable en este caos es primero utilizar un lavavajillas y después una crema a base de Aloe para la piel. En realidad, lo que se busca con esta actuación es atraer la atención del consumidor con el reclamo del Aloe, para lo que legalmente es suficiente con añadir una mínima cantidad al producto para decir que lo contiene. Peor aún es el caso del detergente con Aloe, proponiendo que alguna misteriosa cualidad del Aloe se quede impregnada en la ropa limpia y nos beneficie, cosa ya de por sí increíble, menos aún si encima el detergente contiene la características del producto para el lavado de ropa. Secando la piel que recubre el gel en la hoja de Aloe es posible conseguir un polvo de la hoja, que evidentemente no presenta las propiedades del gel pero que a veces se confunde con éste. La hoja seca también contiene gran cantidad de fibra que permite hacer artículos textiles como cuerdas o hilo. Estos productos pueden introducirse en bolsos, telas, colchones… Pero, evidentemente, y aunque estén realizados íntegramente con Aloe no presentan ninguna de las propiedades del gel de Aloe.

Más problemáticos de analizar de forma general son los cosméticos con Aloe. No hay duda en la mayoría de los geles de baño, pues las características de bajo precio, bonito color y agradable aroma se contraponen con una elevada concentración de Aloe. Un gel de baño o champú con un razonable 15% de extracto de Aloe (fabricado a partir de la hoja entera) presenta un color marrón y aroma vegetal intenso, poco agradable si el consumidor no es aficionado a los productos naturales. Puede hacerse uno de estos productos incoloro y sin aroma utilizando sólo gel de Aloe, al que se quita la parte externa de la hoja, pero esto sólo se puede hacer pelando la hoja a mano, ya que sólo unas pocas industrias de Estados Unidos disponen de máquinas para pelar Aloe. Y los productos con este tipo de gel se especifican claramente y son de precio elevado.

Un producto típico pude ser un bálsamo “after shave”, que incluye la frase “Aloe vera”, acompañada de la descripción: “emoliente, hidratante, suavizante, calmante y cicatrizante”. Curiosamente estas son las propiedades del Aloe vera, que el producto reivindica para sí, con la paradoja de contener una proporción de Aloe casi testimonial. Revisando la etiqueta de la composición vemos que indica “Aloe vera Barbadensis”, sin especificar la proporción (algo fundamental en los cosméticos con Aloe) ni el tipo de sustancia incluida (gel de Aloe, extracto alcohólico, etc.). Observando las características del producto podemos averiguar más sobre su composición y contenido económico, de color blanco, en forma de pasta viscosa y con un agradable aroma afrutado. Esto nos indica que el producto no contiene una proporción importante de extracto de Aloe, ya que de ser así no podría tener color blanco puro ni un aroma tan suave, a no ser que contenga gel obtenido mediante pelado de la hoja, lo que se descarta por su bajo precio y por la composición reflejada en la etiqueta, típica de una base farmacéutica clásica, compuesta por una emulsión de agua/aceite estabilizada con un tensoactivo sintético, complementada con un sistema de conservantes (que evitan la aparición de microorganismos y hongos) y un perfume sintético. La escasez de Aloe vera en el producto se intenta paliar, para conseguir parcialmente las propiedades anuncias, con la incorporación de sustancias sintéticas de bajo costes, como el bisabolol, el aceite de silicona, un derivado de la urea o la alantoína (sustancia derivada de las purinas obtenida por oxidación el ácido úrico o a partir de la urea). La mejor forma de utilizar el Aloe es adquirir productos de calidad, con un importante contenido en extractos o bien hacerse con una económica y resistente planta de Aloe y obtener usted mismo el gel de la hora pelándola a mano.

Fuente: La Cara Oculta de Alimentos y Cosméticos.

Autor: Manuel Fco. Ortuño Sánchez.

Ediciones Aiyana


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